A veces escucho a parejas que van a tener un bebé, su preferencia en cuanto a que sea niño o niña… o incluso cuando puede permitirse el lujo de decidir cuando quiere tener un niño :
-“ Uy! Voy a dejar la píldora en 3 meses para así quedarme embarazada y que me pille el parto en los meses que no hay tanto trabajo en mi despacho”
-“Ahora es cuando voy a intentar tener al bebé que en verano no estoy yo embarazada ni en broma… con el calor que hace…”
-“Cásate este año porque al siguiente vamos a querer tener un hijo”
-“En este tiempo que estoy de paro me quedaré embarazada”
- “Quiero que nazca en navidades”
Escuchar todo esto… da cierta envidia, porque ellos si pueden tener cierto control sobre tener hijos, o mas bien porque a ellos les está permitido elegir.
A una infértil todo esto le da igual, aunque tuviera antes también sus preferencias, pero cuando ves tan de cerca la posibilidad de no poder tener un hijo nunca, todas estas cosas se convierten en auténticas estupideces. Entonces dejas de sentir esa “envidia” para pasar a sentirte hasta afortunada porque la barita de lo banal no te tocó porque puedes ver más allá, apreciar las cosas que para la gente que no pasa por una época de sufrimiento, de dolor constante, no distingue.
Gracias a la infertilidad mi relación con mi pareja ha salido fortalecida, nos queremos más que antes, somos capaces de disfrutar de los pequeños detalles de la vida. Y son esos detalles donde encontramos la fuerza para enfrentarnos a los días malos.
Cuando se pasa por una época de mucho dolor…quieres huir del dolor por tanto situaciones que antes te preocupaban ahora ya no lo hacen porque les buscas las solución, si no la tienen no lo cargas a tus espaladas. Aprendes a ver el lado positivo de las cosas … de TODAS las situaciones, porque todo tiene algo bueno, por muy duro que sea.
Por eso me siento afortunada, porque sé que cuando me quede embarazada, no me quejaré por mis vómitos aunque no me separe del wáter, porque disfrutaré con cada molestia ya que eso significará que por fin, POR FIN, tengo a mi hijo dentro de mí. Creo que sabré saborear cada momento de mi nueva vida, porque tuve muy de cerca lo que es el dolor permanente, el sufrimiento de no poder dar vida.
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