Es muy difícil no imaginarse constantemente durante la búsqueda, sosteniendo a nuestro futuro hijo en nuestros brazos. No sé si soy la única, pero yo, tiendo a idealizar mucho la maternidad.
Llevo tanto tiempo deseando ser madre, que he soñado y fantaseado mil veces con cómo será nuestra vida cuando sea completada con un retoño.
Después de 15 meses de búsqueda, por fin tengo mi diagnóstico. Fallo ovárico prematuro, que significa eso mismo. Están empezando a fallar mis ovarios, y mi menopausia, está más cerca de lo que debiera.
Soy menor de 30 años, y este diagnóstico me rompió por dentro. Aunque ya me lo venía imaginando tiempo atrás por el resultado de mis análisis hormonales, fue el análisis de la hormona antimulleriana el que confirmó mi baja reserva ovárica.
Cuando vi escrito en el papel el resultado de la analítica, todo mi mundo se paró. Alguien pausó el tiempo, y las entrañas empezaron a retorcerse dentro de mí, a la vez que un nudo en el pecho me impedía respirar.
Afrontar una FIV
El tiempo es mi enemigo ahora mismo, y aunque mis óvulos se estén acabando, los expertos en fertilidad apuestan por su buena calidad debido a mi edad. Estoy asustada, tengo miedo de esa FIV que estoy a punto de empezar.
¿Cómo responderé a la medicación? ¿Sacarán muchos óvulos? ¿Pocos? ¿Fecundarán todos y tendré para congelar? Porque claro, ya hasta pienso en el hermanito del hijo que aún no tengo. ¿Será demasiado tarde cuando quiera ir a por el segundo y ya no me quedarán óvulos?
Antes huía de la idea de tener mellizos. Tener dos hijos a la vez nunca ha sido mi ideal, pues en mis sueños siempre había un único bebé al que dedicarme al 100%. Pero ahora, me lo empiezo a plantear, y hasta me gusta.No quiero tener un único hijo, de eso estoy segura, así que si tengo que tener dos a la vez, los tendré. De hecho, me sentiría muy afortunada si fuera así.
La infertilidad es abrumadora, y cada día que pasa me sorprendo de la forma en la que es capaz de cambiar nuestros pensamientos y prioridades.
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