Cuando comienzas un tratamiento de fertilidad, te informan muy tranquilamente del proceso de estimulación ovárica al que te van a someter. Eres tú la que poco a poco vas notando sus efectos y, a medida que más y más hormonas vas introduciendo en tu cuerpo, se van incrementando.
En mi caso, la estimulación ovárica siempre ha sido con Puregón. En mi primer intento me pinchaba 75mg diarios, cosa que provocó una respuesta demasiado grande y tuve que cancelar mi inseminación. Después de aquello, nunca he pasado de los 50mg diarios, cosa que fue mucho mejor.
Pero que poco preparadas estamos para lo que producen... En mi caso, me he inflado como un globo, he engordado sin remedio, por más que me cuido. Engordar en los tratamientos de fertilidad puede ser algo habitual, debido al efecto de las hormonas. Y el humor, soy como una montaña rusa, igual te rio que te igual te grito, y con segundos de diferencia. La sensibilidad toma un nuevo significado en mi vida, es como que todo me afecta el doble.
Una vez inseminada, es el turno de la progesterona. Y esa es peor, porque confunde. Me explico, la progesterona produce unos efectos secundarios muy similares a los de un embarazo. A mi me ha llegado a producir hinchazón y dolor de pecho, molestias ováricas, mareos, dolor de cabeza e incluso algún vómito. Bien es cierto que la primera vez que la tomé los efectos fueron mucho menores pero la segunda, me confundía enormemente, ¿estaba embarazada o era todo efecto de la progesterona? Efectivamente, fue lo segundo.
No, no son sencillos los efectos que nos produce todo esto y yo me he sentido, además, muy juzgada y sumamente incomprendida por ellos, pero ¿os digo la verdad? Me da lo mismo. Si todo lo que tengo que pasar es para conseguir mi soñado embarazo, habrá valido la pena, ¿no creéis? La ilusión lo cura todo.
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